«El anillo milagroso», es el microcuento que os presentamos hoy. Aquí aterriza la tercera de muchas historias, que formarán parte de ésta maravillosa sección a la que hemos llamado: «Historias milenarias de la India». Donde recordemos, dejaremos nuestra mente volar a un mundo lleno de fantasía, que nos hará conectar con la más pura realidad.
Y sin más rodeos, te invito a sumergirte en éste maravilloso microcuento, extraído del libro «Cuando Occidente se olvidó de Oriente, se desorientó» ; relatos editados por el Swami Prima Rajendra Das.
Pasen y disfruten.
El anillo milagroso
Sobre la colina de un lejano reino, se hallaba un castillo de cúpulas doradas, donde el Rey ejercía su labor y administraba la comarca. Poseía fama de ser un Rey muy justo y se le reconocía tanta generosidad, como grandeza. Sin embargo, todos sabían que tenía un secreto: el rey, padecía una profunda tristeza porque no lograba poseer la llave de La Paz perfecta.
Su reino a lo largo de los años, disfrutaba de generosas cosechas, pero también sufría de grandes sequías. Y aunque él sabía y conocía éste cíclico vaivén, no podía evitar la amargura que le provocaban las sequías al igual que la exaltación de las riquezas.Debido a ello, el monarca mantenía en el fondo de su corazón una obstinada búsqueda: la búsqueda de la estabilidad perfecta.
Un día de sol, mientras los mercaderes ofrecían animosamente las sedas traídas desde tierras lejanas por largas caravanas de camellos, estalló de pronto el afilado sonido de las trompetas reales, que acalló súbitamente el vocerío. El Rey, se disponía a pronunciar la declaración más importante de su vida y para tal gran motivo, convocó a todos aquellos embajadores y viajeros que tuvieran oídos para escucharle.
Los emisarios del reino, desplegando sus pergaminos leyeron solemnemente:
— Su majestad, El Rey, invita a todo su pueblo a construir un anillo para el dedo real; no obstante, éste será un anillo tan especial, que deberá poseer en su misma forma aquello que haga precisamente recordar a su portador la moderación. La confianza y esperanza en tiempos de escasez y grandezas. De ésta forma, su majestad alcanzará tal equilibrio, que estará dispuesto a ceder la totalidad de su reino a quién lo consiga.
Tras ésta proclama, redoblaron tambores , sonaron trompetas de plata y clarines de oro. Las gentes allí reunidas creían estar soñando: ¡Todo el reino!
¡Que valioso debía ser algo semejante!
Los mensajeros partiendo a galope por los ocho senderos de la rosa de los vientos, despertaban a su paso el genio creador de magos y artistas dispuestos a ser creadores de ese preciado anillo del equilibrio.
Pasó el tiempo , mientras diferentes orfebres presentaban esperanzados al rey cada uno de sus aros mágicos. Pero nadie conseguía aportarle a su majestad el recordatorio que necesitaba para ese columpiar continuo entre la felicidad y la tristeza.
Un día, se presentó en la corte un caminante con porte de guerrero, alma de sacerdote y palabra de mago. Un extranjero que sabía cantar mantras de tal forma, que los ecos de su cante llegaban hasta los confines de todos los rincones del reino. Pronto se supo, que el recién llegado portaba el anillo que solicitaba su majestad.
Las puertas del palacio, se abrieron para ser presentado ante el Rey.
Sus cánticos, resonaban por entre las vidrieras de las torres de aquel castillo. Se diría que estaba llegando el que sentaría su rango y sabiduría en el trono.
—Majestad—, dijo el recién llegado. He construido el anillo que podréis mirar en los momentos de máxima intensidad, tanto de pena como de gloria y que, sin duda, os ayudará a recordar lo que deseáis.— Tomad— dijo, entregando su obra.
El Rey tomó el pequeño objeto envuelto en terciopelo púrpura y lo observó con curiosidad a la vez que con cierta desconfianza. Al contemplarlo, su rostro se iluminó y sonrió complacido. Súbitamente, se vio envuelto en un bienaventurado respaldo y exclamó sereno a todos los presentes:
— El Rey ha encontrado la clave que andaba buscando. El Rey, ha comprendido el secreto de las eternas mutaciones y cede su reino visible y perecedero, porque está preparado para emprender el camino hacia la morada eterna, libre de dualidad—
Todos estaban intrigados acerca de aquel mágico anillo que había hechizado al Rey; ¿qué tendrá ese extraño aro, que logra recordar a su majestad lo que tanto ha necesitado para superar los dolores y las alegrías de la existencia material de éste mundo?
El Rey, mostrándolo orgulloso a todos los presentes, dijo:
—Como veis, es un anillo aparentemente como todos; sin embargo, en su interior figura escondida una inscripción que lo hace único y mágico—.
—¿Cuál es?—, preguntaron inquietos los allí presentes.
—Muy simple—, dijo el Rey con una solemne sonrisa:
El anillo, sólo tiene grabadas tres palabras. Tan cargadas de significado, que ya nunca podré olvidar cuando lleguen buenas o malas nuevas. Esas palabras son:
«ÉSTO TAMBIÉN PASARÁ»
•Moraleja del microcuento «El anillo invisible»
Con ayuda de éste microcuento, podemos llegar a la conclusión de que la aparición temporal de la felicidad y la aflicción, es como la aparición y desaparición de las estaciones del invierno y del verano. Todo ello, tiene su origen en la percepción de los sentidos y una debe aprender a tolerarlo sin perturbarse.
La persona que no se perturba ante la felicidad o la aflicción y que permanece estable entre ambas, es sin duda merecedora de la completa liberación.
¿ Y tú, qué aprendizaje sacas de éste microcuento? Déjanos tus impresiones en comentarios ¡te leemos!
NAMASTÉ