Con el microcuento que os presentamos hoy: «La atadura invisible», aterriza la segunda de muchas historias, que formarán parte de ésta maravillosa sección a la que hemos llamado: «Historias milenarias de la India». Donde recordemos, dejaremos nuestra mente volar a un mundo lleno de fantasía, que nos hará conectar con la más pura realidad.
Y sin más rodeos, te invito a sumergirte en éste maravilloso microcuento, extraído del libro «Cuando Occidente se olvidó de Oriente, se desorientó» ; relatos editados por el Swami Prima Rajendra Das.
Pasen y disfruten.
La atadura invisible
Una gran parte de la India, está cubierta por desiertos. Las personas, en éstas zonas desérticas, se ganan la vida con los camellos, especialmente los nómadas que viajan de un pueblo a otro. Suelen tener cientos y cientos de ejemplares.
Las grandes manadas, van por el desierto con sus pequeños camellos, y por la noche se tienen que amarrar bien para que ninguno de ellos se pierda.
Los cuidadores, son tan hábiles que cada noche amarran hasta a doscientos animales. Éstos pasan la noche acostados en la arena, descansando y contentos de haber terminado una dura caminata.
Cuando el sol ya se ha puesto y se han ido esos calores tan grandes que azotan el desierto, llega la calma. En la noche bien fresquita, los cuidadores se sientan alrededor del fuego, beben la leche de los camellos y charlan en grupo.
En una de aquellas paradas, los nómadas estaban amarrando a los camellos, pero se dieron cuenta de que les faltaba un trozo de cuerda para poder amarrar al último. Entonces, qué el patrón a una aldea cercana a pedir ayuda.
Un campesino, en lugar de darle una cuerda, le aconsejó:
— Tú amárralos, como cada día haces.
— Eso es lo que yo quiero… — dijo el patrón claramente —, pero ¡me falta un trozo de cuerda!
— Tú sólo acércate al último camello, cógelo como siempre por el anillo de la nariz, y con tus manos haz los movimientos de atarlo, como haces siempre. Luego amarra el nudo, busca una piedra e hinca la madera. Y después, dile como cada noche que se acueste. Y ya podrás irte a dormir tranquilamente.
El cuidador se quedó pensativo, pero al no encontrar cuerda en ningún lado, hizo todo tal y como el campesino le aconsejó que probara… ¡ no le quedaba otra!
Y cual fue su sorpresa, cuando vio al camello con la «cuerda» sutil acostarse contento, encima de la arena… No se movió en toda la noche… ¡exactamente como si hubiera sido amarrado de verdad!
Al día siguiente, por la mañana, los cuidadores soltaron rápidamente a su manada, recogieron las mercancías y se preparaban para su siguiente viaje.
Todo estaba ya preparado para salir a una nueva caminata, pero aquel camello sin cuerda se quedó acostado.
El patrón lo llamaba, le chillaba, pero no le sirvió de nada. El animal no hizo siquiera el menor esfuerzo para levantarse.
Le pareció tan raro éste comportamiento del animal al cuidador, que no le quedó otra posibilidad que ir nuevamente a preguntarle a aquel agudo campesino.
— ¡Claro hombre, como se va a levantar! — rió aquel vecino, cuando el nómada le expresó su pesar— ¡ Es que lo has amarrado muy bien! Ahora tienes que soltarlo, igual que anoche lo amarraste.
El cuidador, preocupado, salió corriendo de vuelta al campamento, donde lo esperaban los demás. Su camello, por supuesto, seguía acostado tan pancho. Se le acercó e hizo como si lo estuviera soltando; sacando la madera del suelo, soltando el nudo… y cuando terminó, de inmediato el simpático animalito se levantó alegremente y se fue con los demás miembros de su manada.
•Moraleja•
«Libérate de tus apegos y malas costumbres, ya que éstos no te dejarán ser libre»
¿ Y tú, que impresión o aprendizaje sacas de éste microcuento? Déjanos tus impresiones en comentarios ¡te leemos!
NAMASTÉ